20 de abril de 2010

No somos nadie.

No somos nadie.

Nos levantamos y caminamos entre cientos de personas. No somos nadie. Vemos las mismas caras todos los días, las mismas caras, las caras de nadie. Un nadie que me importa, otro nadie que me importa, un nadie al que quiero, un nadie por el que moriría, otro nadie al que no quiero que le pase nada, o simplemente un nadie más entre el resto. Nadies que son nadie a los ojos del mundo.

Ninguneados por los demás, todos pasamos por la vida buscando el hueco en el corazón de otro nadie, con la esperanza de dejar de ser nadie para convertirnos en su nadie. Esa es nuestra máxima aspiración, si tan solo una persona nos quiere, nos llama hermano, lo logramos.

Hay muchos nadies en las calles. Muchos nadies que duermen entre cartones, muchos nadies que sí se dan cuenta de que son nadie. Si sólo alguien les tendiese una mano amiga dejarían de ser nadie. Esta maldita crisis ha afectado en todos los niveles. Cada día hay más personas que no son nada, cada día nos adentramos en nosotros mismos, y nos convertimos en el fruto de nuestro propio egoísmo, convertimos en nadie al resto y no somos nada a los ojos de los demás.

Hay muchos nadies que en poco tiempo se convertirán en nada. Enfermos de SIDA, cáncer, enfermedades relacionadas con el corazón… ¿Cuánto tiempo nos queda?¿Cuánto tiempo les queda? ¿Con cuánto tiempo contamos para ser alguien antes que convertirnos en nada?

No somos nadie, y nadie escribe esto. Este nadie se lamenta de que las ideas de muchos nadies queden escondidas para siempre, y tengamos que seguir las normas que “alguien” ha decidido por nosotros.

No somos nadie, y no intentar ser alguien es otra forma de convertirnos en nada.

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